"Se vale soñar": de empleada doméstica a jefe de contabilidad
La historia de Érica Castaño es un ejemplo de esfuerzo, templanza y superación para destacar en este Día del Trabajador.
Érica Castaño es una creyente asidua de la popular frase de Confucio que dice: “Quién mueve montañas, empezó aportando piedrecitas”. Ella, desde su escritorio en Biocosta, mientras revisa el computador sobre algún tema relacionado con su cargo de jefe de contabilidad, recuerda aquellos días en los que, sus herramientas de trabajo, fueron los útiles de aseo del hogar.
No le avergüenza en lo absoluto contar que, durante tres años, la acompañó una escoba y un trapero; al contrario, sabe que su historia de vida refleja la realidad de millones de colombianos que, ‘se la rebuscan’ y luchan para lograr sus sueños. Gracias a esos esfuerzos alcanzó lo que tiene actualmente.
Castaño es oriunda de Pijiño del Carmen, un municipio que queda a cuatro horas de la capital del Magdalena. Su familia no era la más prestante del sector. “Éramos muy humildes. Mi mamá vendía fritos en el pueblo y mi papá era un agricultor”, dijo.
Su niñez, que transcurrió en los bellos paisajes rurales y los animales, fue feliz. Pese a las carencias, nunca se quejó. Cuando no estaba en la escuela, ayudaba a su padre en el campo, porque se sentía comprometida; sin embargo, eso no le quitó tiempo para jugar y hacer cosas de niña.
"No era algo pesado, porque no estaba cargando cosas pesadas ni me sometían a largas jornadas. Era estar pendiente de cosas mínimas”, expresó. Por fortuna, Erica no hizo parte de las duras cifras del trabajo infantil en el país.
En la actualidad, hay alrededor de 1.039.000 menores trabajando en Colombia con edades comprendidas entre los 5 y los 17 años. Una cifra que apenas decreció entre 2012 y 2014. Durante este tiempo, el trabajo infantil pasó del 10,2 % al 9,3 %.
El Caribe, con un 67 %, es la región que concentra la mayor tasa de menores trabajadores, como reveló el Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario. Ella agradece el esfuerzo a sus padres y son su mayor motivación para seguir adelante.
Antes de terminar el bachillerato, ya se había proyectado a futuro ¡Quería ser una profesional! “Cuando me gradué mis padres me preguntaron qué quería hacer, pues, en mi pueblo, las jovencitas acostumbran a casarse muy temprano. Yo tenía otras metas y míreme, aquí estoy”, señaló la magister en finanzas.
Ella decidió que antes de tener un niño- o varios- en brazos, quería obtener un título universitario. Por eso, tampoco hizo parte del 20,5% de las mujeres en el país que tuvieron hijos entre los 15 y los 19 años de edad, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane).
“Si te fijas una meta, no debes perder el entusiasmo”, aseguró. Ello, la motivó a salir de su pueblo y llegar a Santa Marta a tocar puertas. Nada la detuvo.
Sus primeros días en la ciudad no fueron sencillos. Extrañaba su casa, sus amigos, su ambiente. No obstante, optó por continuar. El primer empleo lo consiguió cuidando un niño en una casa de familia. “Una persona cercana me buscó el trabajo y acepté”.
Al principio estaba tranquila, pero, con el paso del tiempo, el ambiente en esa casa se convirtió en un caos. Allí duró cuatro meses. “En esa familia había muchos problemas. Yo presencié momentos incómodos; es más, creo que la señora no me pagó completo”, comentó entre risas.
En ese mismo sector conoció a su ‘hada madrina’ y así estuvo más cerca de cumplir sus sueños. “La señora Luz Inés Campo me dio trabajo en su hogar. Allí le colaboré con las labores domésticas durante mucho tiempo. Es como una segunda madre para mí porque siempre me apoyó”, contó conmovida.
Posteriormente pudo entrar a la Corporación Bolivariana del Norte (CBN) a estudiar Contaduría técnica, lo cual le permitió conseguir su primer empleo en la Sociedad Portuaria. “Mi segunda mamá y su esposo me ayudaron a conseguir el trabajo. Estuve en esa empresa por 10 años”.
Ella recuerda que, durante el tiempo de prácticas, ganaba 45 mil pesos y ese dinero tenía que repartirlo entre alimentación, pasajes y fotocopias. “Pasé hambre de la buena”.
Posterior al técnico hizo su carrera profesional en la Universidad del Magdalena. Ya no vivía donde sus dos ‘ángeles’, así que le tocó esforzarse más. “En el día trabajaba y en la noche, estudiaba”, manifestó.
Aunque por momentos quiso ‘bajar los brazos’, no perdió el norte, así que le hizo el ‘quite’ de nuevo a las estadísticas. Se rehusó a ser parte de los más dos millones 800 mil colombianos desempleados, de acuerdo con los últimos registros del Dane.
Con mucho esmero terminó la universidad. Era el orgullo de su barrio, en Pijiño y todos querían ser como ella. Después de un tiempo quiso seguir soñando en grande y hacer estudios de postgrado. Hizo una especialización y hace una semana se graduó de magíster en finanzas.
“Se vale soñar, establecerse metas y, sobre todo, hacer hasta lo imposible por cumplirlos. Las dificultades que se presentan les dan un toque especial a los propósitos cumplidos. Eso genera que puedan disfrutarse al máximo” puntualizó.
Ahora, Erica tiene un buen cargo en la compañía exportadora de aceite, gana un salario justo y recibe un excelente trato. Puede respirar con tranquilidad.
Después de ver materializado su proyecto de vida, se casó y tiene un bebé de cuatro meses de nacido. “Soy una mujer completa”, indicó.
Erica Castaño, quien se define a sí misma como una persona luchadora de ‘armas tomar’, les aconseja a los jóvenes que, como ella, no contaron con los recursos suficientes para salir adelante, que persigan sus mayores anhelos.
“Veo con preocupación que muchos chicos se van por malos caminos bajo el argumento de que en Colombia las cosas están ‘malucas’. Sí, puede que tengan razón, pero no es excusa para no cambiar su destino. Trabajo sí hay, solo hay que buscarlo”, recalcó.
Por MARGARITA NAME
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